Una de las dudas principales que nos surge a todos cuando nos acercamos al budismo por primera vez concierne a sus diferentes tradiciones. El budismo tal y como se practica en Tailandia difiere considerablemente de la austeridad del Zen japonés, que a su vez contrasta con el colorido simbolismo tibetano. A poco que profundizamos un poco más, dos palabras se empiezan a repetir: jinayana y majayana. ¿Son estos dos budismos diferentes? ¿O acaso se basan en una reforma posterior al tiempo del Buda, como sucede con los protestantes y los católicos? ¿Se debe quizá a una diferencia entre quién debía liderar la orden tras fallecer su fundador, como sucede con los musulmanes chiitas y sunnitas? El budismo tiene su propia y única explicación.
Majayana y jinayana se refieren al tamaño del vehículo (yana) utilizado por el practicante. En este sentido, vehículo se refiere al conjunto de prácticas espirituales (físicas, verbales y mentales) que el Buda enseñó como medio para alcanzar el nirvana, el estado de perfección del ser libre de todo sufrimiento.
Históricamente, ambos yanas se practicaban en el mismo monasterio, tal y como relatan algunos peregrinos chinos de los siglos IV y VI de nuestra era. ¿De dónde proviene entonces esta diferenciación de enseñanzas?
El Buda no dio una sola enseñanza. Al contrario, durante los 45 años de vida pública que se dedicó a enseñar el Dharma (las enseñanzas hacia la liberación), encontró y se relacionó con multitud de personas: algunas de capacidades extraordinarias, otras más humildes; practicantes espirituales avanzados y principiantes que tenían una familia y negocio que mantener; adeptos incondicionales y devotos de otras filosofías. En todos los casos, el Buda entregaba a cada persona un mapa espiritual que encajaba perfectamente con las capacidades y situación vital en la que se encontraba su oyente.
Todas las enseñanzas del Buda fueron memorizadas por algunos de sus discípulos más cercanos, que más tarde las registraron en formato escrito. Con el establecimiento del Budadharma como una de las tradiciones espirituales principales de la India, y posteriormente del sur y norte de Asia, surgieron multitud de universidades, académicos y eruditos que recopilaron estas enseñanzas, las analizaron y sintetizaron en diferentes manuales y comentarios.
De esta síntesis surgieron dos tradiciones marcadas. Una dio lugar al canon pali y la otra al canon sánscrito. El canon pali devendría en la base de lo que hoy conocemos como jinayana, mientras que el canon sánscrito se convertiría en la base para el majayana. El primero se extendió y asentó en el Sudeste Asiático (Birmania, Tailandia, Laos, Camboya y Sri Lanka), mientras que el segundo lo hizo por todo el norte (Tíbet, China, Mongolia, Nepal, Bután, Japón y Corea).
Sin embargo, la diferencia entre ambos no se limita al idioma del discurso o zona geográfica. Es en su contenido en lo que principalmente difieren estos dos conjuntos de enseñanzas. Aunque una presentación extensa de estas diferencias a nivel de contenido necesitaría (y merece) mucho más espacio del que aquí le dedicamos, algunas de las más significativas son la motivación, los métodos y el resultado.
Motivación
Motivación es una palabra que se repite como un mantra en las enseñanzas majayana, y por una buena razón: de nuestra motivación depende todo lo que hagamos. Si queremos algo, nuestra motivación nos lleva a poner los medios para lograrlo, ya sea en lo mundano o en lo espiritual.
La motivación en el jinayana consiste en liberarse del sufrimiento. De acuerdo a las enseñanzas del Buda, todo lo que conocemos como felicidad hoy en día no es más que un placer transitorio, que inevitablemente terminará y nos dejará con ganas de más. Además, por nuestra percepción distorsionada de la realidad, nos comportamos de maneras físicas, verbales y mentales que solo crean la causa para que estemos insatisfechos y (en el peor –y más común de los casos-) suframos física o mentalmente. Los jinayanas buscan liberarse de este tormento sin fin, terminar con todo su sufrimiento.
El majayana incluye esta aspiración de liberarse del sufrimiento completamente, pero la lleva un paso más allá: no solo yo estoy sufriendo, sino que los infinitos seres que pueblan el universo están en la misma (o peor) penosa situación en la que yo me encuentro. Conmovidos por el inmenso sufrimiento de todos los seres, los practicantes majayanas desarrollan la motivación de no solo liberarse del sufrimiento, sino de desarrollar todas las virtudes para poder ayudar a otros a salir del tormento de la existencia cíclica.
Métodos
Ambos vehículos o yanas desarrollan los llamados Tres Entrenamientos Superiores. El primero consiste en cultivar la conducta, o la disciplina física y verbal que se abstiene de dañar a otros. El segundo desarrolla la absorción meditativa en objetos virtuosos, como la concentración (shamatha), el amor bondadoso (metta) y la compasión (karuna). El último es la sabiduría, mediante la que se investiga la naturaleza última de la realidad (vipashyana), ya sea del sujeto (en el caso jinayana) o de todos los fenómenos (en el majayana). De manera adicional, el majayana incluye la práctica de las virtudes trascendentales o paramitas como método para desarrollar las cualidades excelentes.
Resultado
El practicante jinayana aspira al estado de arjat (‘el conquistador del enemigo’), en el que han extinguido todas sus aflicciones, egocentrismo y han neutralizado la creencia en un falso «yo». El arjat ya no tiene reencarnar nunca más, y cuando su cuerpo muere, su mente se funde con la realidad última, llena de gozo, luminosidad y espaciosidad.
El majayana, en cambio, no se contenta con la liberación individual. SI todos los seres están sufriendo igual que yo, argumentan, no sería compasivo abandonarlos a su suerte. Por ello, el bodhisattva (aspirante a buda) rechaza el nirvana «estático» del jinayana, del que sale impulsado por la compasión que ha desarrollado en el camino, para enfocarse en ir más allá de esa paz personal. Su meta va más allá: permanecer en el mundo sin sufrir sus limitaciones, al tiempo que ayuda a otros a alcanzar ese mismo estado. El majayana, en resumen, aspira a alcanzar la budeidad, el estado último de perfección del ser, libre de todo sufrimiento, egocentrismo o concepción errónea, y dotado de todas las virtudes con los que poder beneficiar a todos los seres.
¿Vehículo grande, vehículo pequeño?
A primera vista, podría parecer que la tarea jinayana es menos admirable que la del majayana, o incluso egoísta. Esta apariencia quedó plasmada en el matiz que poco a poco fue contaminando el término jinayana. Jinayana dejó de ser el camino estrecho (tal y como se conocía hasta entonces; nada malo en que sea estrecho, simplemente lo es) para pasar a ser el camino pequeño… con la consiguiente connotación negativa.
Sin embargo, para contrarrestar este error tenemos que remitirnos a las enseñanzas originales del Buda: para cada persona, un mapa espiritual. Si las enseñanzas están adaptadas a los oyentes, despreciar algunas de ellas por no ser tan ambiciosas como otras es tan ridículo como menospreciar la comida que se le da a un bebé argumentando que es poco comparada con la ración de un adulto. Simplemente, es el alimento que en ese momento puede aprovechar ese ser.
Como consecuencia, muchos textos y maestros utilizan las palabras sharavakayana o theravada como sinónimos (no peyorativos) de jinayana. Shravakayana se refiere al vehículo de los ‘oyentes’, mientras que theravada (‘la doctrina de los antiguos’) alude a una de las 14 escuelas budistas jinayanas/shravakayanas que surgieron después del fallecimiento del Buda histórico, y la única que ha sobrevivido hasta nuestros días.
Shravakayana o majayana, poco importa. Como resume magistralmente Thubten Chodron en el título de su libro más reciente, estas distinciones solo reflejan que el budismo tiene «Muchas tradiciones, un solo maestro». Todos deberíamos celebrar la riqueza de tradiciones y diversidad de prácticas con los que cuenta el budismo actualmente, ya que suponen un abanico de posibilidades que permiten que diferentes personas, con diferentes capacidades y temperamentos, puedan desarrollar de manera holística su ser y convertirse, de manera directa o indirecta, en una fuente de beneficio para todos los que los rodean.
Su Santidad el XLII Sakya Trizin, el cabeza del linaje sakya de budismo tibetano, visitará España durante junio de 2017. En su estancia en el CIDEB, Su Santidad dará enseñanzas sobre «El corazón del bodhisattva», el ideal del budismo majayana, así como una exposición de los puntos principales de Iluminando el legado del sabio, una presentación completa del camino majayana hacia la Iluminación. Además, Su Santidad concederá la iniciación de Tara Blanca, una de las prácticas más apreciadas dentro de la vertiente no común del majayana, el mantrayana o metodología del mantra secreto. Si quieres saber más sobre este extraordinario ciclo de enseñanzas, sigue este enlace.